Las lecciones del Tsunami de Japón para las empresas

El comportamiento del pueblo japonés en un momento de crisis trae lecciones sencillas y eficaces para la gestión de las organizaciones

 

Uno de los 17 objetivos para el desarrollo sostenible establecidos por la ONU en su agenda 2030, tal vez el más importante, es el que habla de la educación. Esta, refleja la cultura de un pueblo y de sus organizaciones, que a su vez resulta en actitudes y comportamientos que pueden ser mejor percibidos en los momentos de inestabilidad.

Imagínese a una persona que confía la demanda de la propia familia a voluntarios y se dirige a un refugio sabiendo que sus habilidades como médico serían más necesarias en este. Este y otros episodios ocurridos en Japón,durante y después del tsunami del 11 de marzo de 2011, nos llevan a reflexionar acerca de la educación del pueblo nipón y su aplicación para las organizaciones.

El comportamiento esperado en tragedias naturales es el de pánico y tumulto, con personas atónitas sin saber qué hacer, además del sentimiento de sufrimiento y de impotencia frente a lo ocurrido. En Japón, sin embargo, la historia fue otra. A pesar de las dificultades su población asumió una actitud diferente, en parte por ya estar entrenada a cómo actuar en situaciones adversas y en parte por sus valores traducidos en principios como: priorización del colectivo por encima de lo individual, trabajo en equipo; cultura del aprendizaje; planificación; alineación de metas y foco en los resultados.

En una circunstancia en que la jerarquía poco contribuía, líderes situacionales asumieron la coordinación de tareas conforme a sus especialidades; quien tuviera más experiencia en cocina asumía la responsabilidad por las comidas de todos, por ejemplo. ¿En las empresas eso es lo que ocurre? Muchas veces encontramos colaboradores apegados a sus funciones, sean líderes que no logran delegar una tarea sin una docena de indicadores para monitorearla o subordinados que se niegan a tomar decisiones por no encontrarse en la condición de liderazgo o sentirse impotentes frente a la jerarquía, en detrimento de lo que debe hacerse.

En otro ejemplo, los abrigos de Japón no aceptaban donaciones ni voluntarios de cualquier tipo, estos elaboraban listas con lo que necesitaban (personas y víveres), para acoger / recibir sólo lo necesario. Cada voluntario significaba una boca más para alimentar y otro colchón para dividir espacio con los de los que realmente estaban desamparados. En un paralelo con las organizaciones, relativamente pocas consiguen equilibrar las cuentas sin grandes privaciones y hasta despidos en las épocas de inestabilidad, generalmente las mismas que derrochan recursos  en las "vacas gordas". Las empresas que priorizan lo necesario y evitan desperdicios normalmente entran en los momentos de crisis, y salen menos impactadas de éstos.

Lo más impresionante es que tales iniciativas se obtuvieron y estandarizaron a partir del estudio de las mejores prácticas realizadas durante el terremoto de Kobe de 1995, debidamente incorporadas a partir de entonces a la educación formal del país, entrenando a sus hijos desde los primeros años escolares, adultos. 

Esas y otras reflexiones sobre la cultura, y en un nivel más profundo, sobre aspectos de la educación japonesa, así como sus asociaciones con los negocios, son tratadas en la conferencia del mismo título de este artículo, y nos llevan al entendimiento del por qué hoy sus prácticas son difundidas en organizaciones por todos los continentes. Tal vez demuestre un camino para nuestras empresas y, quizás, para Brasil.

Alaercio Nicoletti Junior es Gerente Corporativo de Calidad y Mejora Continua del Grupo Petrópolis.